Reseña histórica

Doka One Day Tour

Rodrigo Vargas

Inicios de un libro sobre la historia de la familia que produce más café en Costa Rica. Don Rodrigo Vargas Ruíz es productor de café. Esta entrevista se realizó en San Jerónimo de San Isidro de Alajuela. Nos interesa mucho la historia de vida de los empresarios, los agricultores, la gente que ha podido sostenerse en una actividad con el paso de los años. Ese es su caso.

Camilo Rodríguez Chaverri

Nací un 15 de enero de 1956. Soy gemelo. Mi hermana gemela se llama Rosario. Fue muy curioso porque dicen que mi papá iba con un juego de ropa para el hospital. Era amarillo o blanco. Dicen que una enfermera le dijo que tenía que ir a la tienda por otro juego de ropa porque éramos dos niños. Fue una felicidad para ellos. Dicen que duraron como dos días para ponernos el nombre y que calzaran tanto para mi hermana como para mí. El 15 de enero es el día de Santo Cristo de Esquipulas. Entonces, el nombre fue dedicado al santo. Mi llamo Rodrigo Cristián Gerardo. Por ahí hay una tradición en la familia y yo represento parte de ese nombre. Por el lado paterno, en 1890 nació Recaredo Vargas, que es mi bisabuelo. Él trabajaba como jornalero y después, con mucho esfuerzo, hizo una parcela. Tenía café, caña y tres vacas. Esa era la economía de ese tiempo. Mi bisabuela se llamó Eligia Sibaja Ramos. Ellos tuvieron tres hijos, que son Clarindo, Sabino y Zoraida. Todos vivían en San Luis de Sabanilla. Ellos siguieron trabajando juntos. Hicieron una finca. Muy jóvenes, iban a trabajar al campo. Clarindo fue mi abuelo. Cariñosamente, mi abuela le decía Clari a mi abuelo. Ellos cultivaban más la caña de azúcar. El café lo sembraban en las laderas y tenían las tres vacas de subsistencia. En 1925, mi abuelo se separa y se dedica al comercio. Tenía un comisariato en Sabanilla de Alajuela. Mi papá nació en 1929. De 1925 a 1931, tuvo ese comisariato, pero vino la crisis del 29, que aquí llegó en 1931. La industria era la tapa de dulce y mi abuelo quiebra. Entonces, la justicia de ese tiempo lo que hacía era que lo inhabilitaba por diez años. Mi abuelo se refugia en el lado de Tambor de Poás. Ahí pasa esos diez años sin hacer ningún negocio, pero se dedica a sembrar café. En la zona había dos beneficios, uno en Poás y el otro es el de Doka, que no se llamaba Doka. Cuando eso se llamaba el beneficio de don Manuel Alfaro. A pura carreta, había que llevar el café.

El abuelo empieza con el café

Abuelo empieza a sembrar café, él era más enamorado del café que de la caña. Tuvo una estructura de la excelencia. Hacía las cosas muy bien. En aquel tiempo, los híbridos criollos, tenían muchos problemas con el clima. Era la gran limitante en ese momento. Se hacía muchos hongos. A punta de esfuerzo, llega al año 41 y lo liberan. En ese momento, compra la primera manzana de café a un vecino de la familia Delgado. Mi bisabuelo también los había heredado. Mi papá nació en el 29, y llegó hasta quinto grado de la escuela. De primero a tercer grado se hacía la escuela en San Luis de Sabanilla y luego había que ir a Sabanilla a sacar el resto. Se llegaba hasta quinto grado. Mi mamá hizo hasta tercer grado.

Mi papá se llama Norman Vargas Vargas y mi mamá, Sara Ruiz Hidalgo. Esos Hidalgo venían de San Joaquín de Flores.  Mi abuelo empieza con cinco manzanas. Es una historia muy interesante. Aquí, realmente, en esta zona había siete familias, todos amigos y vecinos. Ellos se ayudaban mutuamente. No había agua potable. No había corriente eléctrica. Mi abuelo compra una manzana. Son diez hermanos y cada uno le compra una manzana. Fue comprando una por una. Eran tiras de camino. Yo le preguntaba que cómo era posible que la gente se deshiciera de la tierra. Él me decía que la situación era muy mala. Era una forma de capitalizar. En aquel tiempo, se vivía el boom del banano. Eran vidas muy duras. Nosotros tenemos aquí condiciones mejores. Esas manzanas las compró a una por año. Mi abuelo tenía muy buena relación con la gente. Yo siempre conocí a mi familia con un sistema de trabajo que no era impositivo. Yo nunca le voy a preguntar a usted si está vendiendo su casa, pero si usted me dice que está vendiendo su casa, yo converso con usted. No es estar empujando a las personas, porque los vecinos siempre los vamos a tener, y la mejor inversión es tener un buen vecino. Si tenés un vecino que no es tan bueno, tenés que hacerlo bueno, porque está el tema de la cerca, el agua, el ganado, y la gente se vuelve enemiga por una cerca, por el agua. Eso no debe ser.

Mi abuelo materno era productor de caña. Era un hombre fuerte en producción. Él era el mayor de una familia de once hijos. Eran diez hombres y una mujer. Son familias muy numerosas. Esas familias se conocen desde jóvenes. Mis papás se enamoraron. Se casaron en el año 51. Con una anécdota extraordinaria. Cuando se casaron, mi bisabuelo estaba muy enfermo y no querían hacer fiesta por estar él tan enfermo. Retrasaron la boda tres veces y finalmente se casaron el primero de diciembre de 1951. El dos de diciembre, mi bisabuelo se murió. Cuentan que fue muy triste, porque él era el tronco de la familia. No hubo fiesta para la boda. Ahí, mi abuelo ya estaba establecido. Estaba muy joven cuando tuvo a su primer hijo. Antes se preparaban para casarse muy jóvenes. Yo tengo una posición: si usted toma agua tiene vida. El agua es vida para todo.

“Vamos a producir solamente café”

Mis papás se establecieron en San Luis de Sabanilla. Ahí estuvieron los primeros seis años de matrimonio. Estando en esa casa nacieron mi hermana Nuria, ni hermano Germán y mi hermana Rosario y yo, así como mi hermana María Elena. Mi otra hermana ya nació en la otra casa. Mi abuelo en el año 41 dio una extraordinaria orden para sí mismo: “vamos a producir solamente café” Era casi imposible vivir de una actividad. Se necesitaba la caña de azúcar para pagar la planilla, la comida. Mi abuelo decía que era una extraordinaria forma de economía. Usted iba al beneficio una vez al año y con el cheque que recibías, podías economizar y capitalizar, mientras que con la caña de azúcar había plata todos los días y no se ahorraba. Mi abuelo materno también vivió en esa forma: tenía tres trapiches y así vivió el día a día, y también tenía café.

En cambio, mi abuelo Clarindo se especializó en una sola cosa, que fue el café. Sin embargo, se vino una plaga terrible de café. Él tomó unas plantas y se las llevó al Ministerio de Agricultura para determinar qué era. Era el famoso ojo de gallo. En ese momento, teníamos un excelente grupo ingenieros agrónomos que venían del Servicio Técnico Interamericano, STICA, y del grupo de los primeros graduados de la Universidad de Costa Rica. Venía a la finca don Víctor Pérez. Él era de Carrizal. Don Víctor es un símbolo en café y otros cultivos. Le dijo que iba a ir y le dijo que tenían unos productos, que aún no se sabía si servían o no. Esa amalgama distingue esta familia: ellos se aliaron con el conocimiento. El café tiene muchos cambios y siempre se está aprendiendo. Había mucha tecnología que aplicar.

Ellos vinieron a investigar el Ojo de gallo con otra gente. El que mejor trabajó en su momento arseniato de plomo, que era un polvo seco. El ojo de gallo es oriundo de Costa Rica, específicamente de las alturas. El trabajo fue exitoso. El polvo se le aplicaba a la mata y era muy notorio ver los cafetales rosados. En el año 58, mi abuelo Clarindo le dijo a mi papá que debían hacer un beneficio. Mi papá, muy sensato con los números, le decía que cómo iban a entrar a un beneficio sin saber. Mi abuelo duró año y medio insistiendo.

1959, Santa Eduviges

El 19 de julio de 1959 fundaron la sociedad Santa Eduviges. Se llama así porque mi abuelo tenía devoción a Santa Eduviges como la proveedora de casa. Era una gloria que un trabajador de nosotros tuviera casa propia. Mi abuelo insiste con papá y, entonces, se asocian con un hermano de mamá, Fabio Ruiz, y hacen la sociedad. Trabajaron dos cosechas juntos. Mi tío les deja la sociedad a ellos. Quedaron mi abuelo y mi papá juntos durante veinte años. Hicieron el beneficio. Se genera un acercamiento con clientes y negocios de todo el país. Se mantuvo por diez años la parte comercial. Producían 300 fanegas y compraron 900 fanegas. La primera beneficiada fue de 1200 fanegas; la segunda 1600; la tercera 2000. La gente no le entregaba por ser un beneficio nuevo. Les daba miedo que no les fueran a pagar. Además, había una competencia fuerte. Estaban los Rojas Cortés, lo que hoy es COOPELIBERTAD; COOPEALAJUELA y los Montealegre, La Meseta, que era muy fuerte. Mi papá era la cabeza económica del grupo. En 1972, dijo, “no podemos trabajar con clientes”. Era una guerra tremenda y no estábamos para eso. Al final, nos quedaron nueve clientes de trescientos veintidós. Fue una caída significativa.

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Yo estaba en el colegio en ese momento. Entran en crisis. Mi abuelo Joaquín Ruiz heredó mientras estaban jóvenes. Mi abuelo heredó a mamá a los 23 años de edad de mi madre. Junto con la herencia de mamá, era mucha tierra. Papá empezó a trabajar en lo propio y empieza a producir 3500 fanegas. Entran en crisis porque los márgenes son como ahora. Costaba 31 dólares producir un quintal y se vendía a 32 dólares. Se ganaba un dólar por quintal. En 1975, parte la ola tecnológica. Costa Rica siempre ha sido extraordinario en el mundo de café porque es muy abierto a la tecnología. En 1972, empieza la revolución verde de café, empieza a quitarse la sombra y a usar más plantas por manzana. Pasamos de 2500 plantas por manzana a 5000 plantas, y la producción se dispara. Ya teníamos la tecnología, los fertilizantes. Junto con don Víctor López y Belarmino Soto, hacen un entronque aquí. Don Belarmino fue un gran revolucionario del café. Papá lo toma como asesor. Generan un bloque de productividad muy alto. Ahí Santa Eduviges pasa de 5000 fanegas a 10.000 y luego a 15.000, que es una producción muy respetada en este país. Generamos una economía interna. Pasó un hecho histórico en Brasil, con la famosa helada y en 1975, una fanega pasó de 4 dólares a 300 dólares en un término de 18 meses. Eso fue extraordinario. Era el agua que necesitaba el molino. Mi papá y mi abuelo aprovecharon para comprar tierras. Fue muy interesante, porque como todos venían de capa caída, las fincas grandes estaban siendo abandonadas; entonces, por una de esas razones los señores querían salir de la actividad. Aún ya, estando en bonanza por la helada de Brasil, querían salir. Don Gaspar Arias, un señor de Heredia, nos vendió una finca muy linda que es donde yo vivo. Eran 110 manzanas. Eso fue en el año 77. Luego, en el 79 compró 135 manzanas más, una finca que, por cierto, les perteneció a los Sánchez Lépiz. Era mucha tierra. Y pasaron a ser un grupo familiar de café, el más grande del país. Eso nunca lo planeamos, ni nunca lo quisimos ver. Era muy natural para nosotros reinvertir en tierras y nunca salir de la zona.

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